jueves, 22 de marzo de 2012

Homofobias y Homofílias



No es necesario ser un erudito sociólogo para darse cuenta cómo la homofobia y la homofilia utilizan las mismas máscaras en el juego social. Comencemos por aclarar ambos conceptos y desvelar las atribuciones que se llevan a cabo en ambas actitudes, para conocer el proceso por el que se pasa de un estadio a otro, todo mediado por el común denominador en la opinión social de la homosexualidad. Me interesa ver cómo no es una secuencia que va de A a B en una línea recta, sino mediante un laberinto difícil de transitar.

Bien, la homofobia ha sido la actitud tradicional ante el colectivo homosexual. Si hacemos un análisis semántico, homofobia significa –miedo, temor al homo-. En el  miedo y su actitud consecuente, el rechazo se mueve el terreno de la homofobia. El secreto y el ocultamiento al que ha estado sometida han sido las causas de esas actitudes. Las prácticas homosexuales, consideradas cómo una desviación de la norma y de la moral biológico/religiosa, eran trasladadas al callejón más oscuro: al terreno de lo privado. La sociedad permitía en cierta medida los encuentro homosexuales, pero eso sí, había que mantenerlo en secreto, sin posibilidad de expresarlo, de hacerlo real (no olvidemos que construimos nuestra realidad a través del discurso que podemos hacer de ella). Este secretismo social acaba concluyendo en una ignorancia de la sociedad que oculta, que prohíbe, bajo el argumento de “ellos pueden hacer lo que quieran, pero que yo no lo vea”. Ante la ignorancia de la sociedad heteronormativa se encuentra en un vacío de conocimiento a la hora de explicar la homosexualidad, por lo que se tira de percepciones (socialmente consensuadas). Se tira del mismo secretismo bajo argumentos “si se esconden es por que nada bueno harán”. El anonimato que conlleva el ocultamiento también sirve de arma arrojadiza. Esta claro que los homosexuales crearon ese imaginario en secreto, por la comodidad que era para ellos.

La promiscuidad es una atribución bastante usual en el discurso heteronormativo. Si la homosexualidad es una desviación y la forma normal de relación es la hetero-monógama, ergo… la homosexualidad es promiscua. Un silogismo de lo más absurdo. Esta deducción conlleva  la práctica homófoba de “arrimar el culo a la pared, muy común entre machos heteros sobreexponiendo su tendencia heterosexual abiertamente manifiesta. Este “arrimar el culo a la pared” percibe al homo-maricón cómo una hiena expectante a la caza de cualquier heterosexual despistado, por lo que el hetero ha de procurar estar bien alerta procurando decir en voz alta lo que le gustan unas buenas tetas y un buen coño, lo suficientemente alto para que lo escuche la marica que el piensa que le desea. A partir de aquí la actitud de la marica puede derivar en varias vertientes: I- Puede que el marica acepte el rol de hiena y desee al macho por esa homofobia rezumante. II- Oculta el marica su gusto a un buen macho ahorrándose las percepciones ante sus gustos sexuales. III- Puede que el marica conozca bien la percepción en el juego de roles y pueda desmitificar (hablar) y jugar con esa ventaja, que le permita conocer reacciones por puro impacto social.

Por otro lado están las novias del grupo de heterosexuales homófobos, que también permanecen alerta viendo al marica de turno como un posible rival. Temen que se cree una situación con alcohol de por medio y su macho marío caiga en la tentación. Estas situaciones aunque sutiles también son homofobia, por el miedo a la marica.

Por supuesto, si en esta pantomima se da la casualidad de que el heterosexual dominante mantiene relaciones con la marica, eso por supuesto, es concebido por el heteromacho cómo un acto de caridad, cómo un regalo a la marica, pero claro tambien tenderá a suponer que se ha quedado prendado de él, y temerá que se vaya de la lengua y cuente lo que pasó, por temor, miedo, fobia… Ahí otra expresión latente de la homofobia.

Dejando aparte el miedo a la reprobación social y la sucia moralina que lleva al hetero a engañar a su novia, ni que hablar de las artes amatorias. Para empezar, el hetero deja bien claro que ha sido la mariquita la que lo estaba provocando y con ello se reafirma en su homofobia mediante el argumento “la carne es débil y los maricas siempre  están salidos”… y toda esa serie de excusas que lo libran de cualquier conflicto interno y externo. Por supuesto, la luz bien apagada, que sea cómo si te acostaras con cualquier cuerpo parlante. Y además se lo dice a la marica, que le quede bien claro. Lo que no sabe el hetero dominante es que la marica pasa olímpicamente de él y que no ha sido más que una situación morbosa, por eso de acostarse con un hetero. Pero nada más, solo un hetero más, y un sentimiento de superioridad hacia él por lo infeliz que es en su vida cotidiana y la de excusas que ha de inventar para comerse una buena berenjena calentita. Por supuesto, el objetivo de la marica de turno no es ni querer el que el hetero se vaya con él al fin del mundo, ni separarlo de su novia que tanto la quiere y tanto lo resguarda de las acusaciones de homosexual con que lo juzga todo su entorno.

Con el advenimiento de la salida en masa del armario se pasa un segundo estadio en las reacciones sociales ante la homosexualidad. De la mano también, de la “intrusión” del homo-marica en la vida heteronormativa. Con ello se empieza a ver mal las reacciones de rechazo explicito a los maricones, por lo que se crean una serie de atribuciones, que mediante calificativos, ensalzan las virtudes del marica medio. Se mantiene la categoría de “otro”, pero está vez dejando bien claro lo bien que me caen los gays, y el buen gusto que tienen para la moda o lo bien que imitan a la Pantoja.

Atribuciones que bajo la máscara de la homofilia tienden a homogeneizar a todos los homosexuales y alienarlos mediante adjetivos fácilmente y atributos fácilmente abarcables. Asunto que la mayoría maricones han tendido a consolidar y aceptar sin rechistar. Cómo ocupando el lugar que la sociedad les deja para ser libres y ser mejor que los heterosexuales, cómo si fuera un triunfo que han de aceptar. No hay más que ver el ideal de gay que propagan las publicaciones destinadas al colectivo: un hombre ciclado cuyo culto al cuerpo disuelve el culto a cualquier otra cosa. Por tanto, desde la homosexualidad, se tiende a celebrar ese “triunfo” del colectivo que los simplifica cómo meros maniquíes carentes de las deficiencias del heteromacho.

Pegarle una paliza a una marica es homofobia, insultarlo por ser maricón también, pero todas esas actitudes y comportamientos descritas anteriormente también lo son. POr tanto, todo aquel que tienda a homogeneizar al homosexual y categorizarlo simplemente por que le guste acostarse con otra gente del mismo sexo también. Siguiendo está lógica, el argumento “tengo muchos amigos gays, me encanta salir de fiesta con ellos, son muy buenas personas…pero no estoy de acuerdo en que se puedan casar y adoptar” es una homofobia cómo un castillo, de esta manera, por muchos amigos maricones que tengas si no apoyas los derechos por los que luchan estás siendo terriblemente homófobo/a.

Para más INRI, los maricones tenemos que soportar que personajes públicos nos den su bendición en televisión librándose cualquier tipo de desaprobación social diciendo la cantidad de amigos gays que tienen, lo mucho que les quieren y lo inteligentes que son todos, “tambien son seres humanos, yo ya ni les escupo”. “el buen gusto que tienen no lo tienen los heteros y cómo saben escuchar”. Un “perdonarles la vida” que no tiene otro sentido que una homofobia galopante.

Lo peor de todo, es que no solo tenemos que aguantar estos argumentos de personajes públicos que ni conocemos, si no que lo dice tu vecina, tus compañeras de trabajo, o tu propia madre. También por parte de esas personas que apenas ves y que cuando te encuentran por la calle te sueltan el típico comentario ¿y como van las tías?. Esta homofobia latente está oculta tras la fantasía de la homofilia: “los gays ya están por todos lados y es muy enrollado tener amigos maricones, todo es superfeliz y somos todos muy abiertos”.

 Estos fenómenos están muy en boga, por lo que la homofilia pasa también a estarlo… y con ello el argumento homófobo de “está de moda ser gay”. Con este argumento las relaciones homosexuales pasan a estar en un segundo grado, con respecto a las heterosexuales…”cómo está de moda, no tiene mérito, no es autentico” (se lee entre líneas). Ahora ya no está mal visto ser homofílico, es más, parece que se exige, eso si, siempre y cuando dejes bien claro lo que te gusta un buen coño y unas tetas si eres tío o una buena polla si eres tía, vayamos a que haya confusión. Los maricas también son personas humanas.

Por tanto, considero más que necesario luchar con esta homofilia, que no deja de ser una palmadita en la espalda a la marica de turno. No se trata de un cambio revolucionario que rompa con los principios homófobos (así grandilocuentemente hablando), sino más bien de deslegitimar los tópicos rancios que se han anclado en el imaginario social, bajo el argumento generalizador de “no, si yo tengo muchos amigos gays”.

Pues bien, creo que es un error que los heterochachis sigan definiéndonos y defendiendo nuestro estilo de vida como si fuera diferente al de ellos…te dicen “hay que ver cuanto ligas”, mientras piensan “pobrecito nunca encontrará el amor de su vida” “venga vamos a hacerle un hueco a los mariquitas, pobrecitos, ellos no tienen la culpa de ser como son”. No necesitamos un hueco, estamos plenamente integrados, solo que esa integración no es visible; hay que hacerla visible y romper violentamente con esos discursos y decir agresivamente: Sí, soy maricón, ni gay, ni homosexual ni metrosexual ¿Por qué te sorprendes? ¿Que pasa? ¿Mi pelo en el pecho te ha despistado? ¿O quizás ha sido mi aversión a cotillear lo que te ha hecho presuponer mi heterosexualidad?. No, no somos hienas expectantes de sangre y semen (por lo menos yo). No soy un vicioso deplorable por que haga cata de pollas, simplemente no quiero vivir una relación de aparente normalidad para conseguir reprobación social mientras me siento utilizada por mi macho dominante. No voy a “contagiar” mi homosexualidad a mi hijo si me dejan adoptarlo. Nadie hace de hombre ni de mujer entre dos hombres o dos mujeres. No, no necesito tu palmadita en la espalda y que me digas lo suertudo que eres por tener a un amigo marica. No, no necesito tu ayuda para ligar por que sea marica y me veas en desventaja “por que hay menos maricas que heteros”.  No es un piropo que me digas que no parezco maricón por que no tengo pluma. Si, tengo otras inquietudes además de follar. Sr heterochachi: NO, no me voy a enamorar de ti ni quiero follarte así que despega tu culo virgen de la pared. En la navidad, si tu tía (a la que vez de año en año) te pregunta que cuando te vas a echar novia y a sentar la cabeza dile (aunque sea mentira) que ya tienes que se llama Manolo o Pepe (cuanto más macho sea el nombre que le digas más impactante será) y tiene el pecho lleno de pelos, que tiene una barba que le ocupa toda la cara, que os conocisteis en una orgía y que a pesar de ello os queréis un montón, con ello, además de librarte para siempre de cualquier pregunta indiscreta y cotilla darás tema conversación a sus encajonadas vidas. No, no me gustan las divas del pop ni mi objetivo en la vida es tener un cuerpo escultural, sin embargo, me gusta pegarme eructos y rascarme los huevos. No, no tengo por que cada vez que diga mis tendencias confesarme cómo si estuviera ante un juez, ya que yo tampoco doy por dada tu heterosexualidad. No, no me he vuelto homosexual, y mi tendecia a acostarme con machos peluos es solo un 1% de mi personalidad. No, no existe ningun carné de socio. Si, definirme a mi o a otro marica cómo loca además de homófobo es machista. Decir a boca abierta: mejor mírate lo tuyo, tu homofobia galopante y molestarte un poquito en conocerme (si es que te interesa) y no se te ocurra volver a hacer categorizaciones fuera de la realidad sobre mí, por que yo también puedo generar un ideal de los heterosexuales y encajonarte en eso, pero no lo hago (por lo menos, no delante de ti.)

PD: Con esto no quiero dar consejos a nadie de cómo llevar su homosexualidad, faltaría más, aqui sómos todos muy libres, libérrimos, simplemente llamó a la insurgencia ante apreciaciones a simple vista inocentes... 

 Fotografías: Bruce LaBruce

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